ALGUNOS FRAGMENTOS DEL ARTÍCULO, HABLAR DE LA POESÍA, QUE ESCRIBIERA LA POETA Y ESCRITORA CUBANA, FINA GARCÍA MARRUZ.

 

 

-“No se debiera tener “una” poética. En la poética personal debieran entrar todas las poéticas posibles. Que el sinsonte y el “divino doctor” no se recelen mutuamente. Que el arte directo no excluya el viejo preciosismo. La naturaleza crea el ala para el vuelo pero, después, la decora. El realismo verdadero debiera abarcar el sueño y el no-sueño, lo que tiene un fin y lo que no tiene ninguno, el cacharro doméstico y la Vía Láctea. Ningún otro realismo que el de la misericordia”.

 

-“En todo verdadero poema hay un elemento que escapa a su creador mismo. Señalar fines a la poesía, no importa su bondad intrínseca, es pretender conocer de antemano los límites y contenidos de ese impulso necesariamente oscuro en su raíz, es ignorar las exigencias de ese organismo tan delicado como desconocido cuya potencia de visión, profecía o conocimiento es tanto mayor cuanto menos pueda ser manejado por una voluntad siempre menos sabia que él. El fin no opera en la poesía, como en cualquier otra creación viviente, al modo como opera en una máquina, que sólo tiene la materia que necesita para lograr su objetivo”.

 

-“Señalar fines a la poesía por elevados que estos sean, es no comprender que el poeta ha de vivir dentro de ella como dentro de algo que lo excede y no que él maneja a su gusto, de modo que se puede decir que la poesía vive menos dentro de él  que él dentro de la poesía, como creyó la vieja teología que no era el alma lo que estaba dentro del cuerpo sino el cuerpo dentro del alma. Es porque la poesía no es otra cosa que el secreto de la vida, por lo que siempre escapará a la noción de fin posible”.

 

-¡Si pudiéramos hablar de la poesía del mismo modo como ella calla su esencia sin proclamación! Todo poeta siente, al trabajar, que sus palabras son moldeadas por un vacío que las esculpe, por un silencio que se retira y a la vez conduce el hilo del canto, y toda su impotencia y toda su fuerza consiste en la necesidad de desalojar a ese único huésped necesario. El silencio es en la poesía, como en la naturaleza, un medio de expresión”.

 

-“La literatura, el teatro, la novela, han contribuido muchas veces a hacer atractivos el error, el crimen, el absurdo, la profunda necesidad de transgresión que habita en todo hombre. Sólo la poesía tiene el secreto de la fidelidad al ser y saber atravesar los lindes sin destruirlos, como la luz al cristal. La moral está a mucho más desacreditada, todo su vocabulario resulta inservible. “Honorable”, “honesto” sugieren en el joven imágenes de doblez, limitación o hipocresía manifiesta. Aun la palabra “bueno” resulta débil, cuando debiera ser una palabra deslumbrantes. (…) Las mismas palabras “grande”, “superior”, “excepcional”, revelan un vocabulario de enanos, y cualquiera que sea nuestra personal incredulidad acerca de una caída teológica, de un cataclismo inmemorial, bastarían algunas grietas del idioma o (sin llegar siquiera a la conducta) de la simple hermosura del rostro humano, para revelarlo. Al joven literato que se siente más allá de ciertas envejecidas categorías por un desdén, en buena parte legítimo, hacia la hipocresía que ocultan, recordaríamos que si al cortar la cizaña, cortan también el trigo, no quedará más que el hambre sobre la tierra”.

 

-“El hecho de que la poesía no sea de ninguna manera un reino autónomo, “por encima” de la moral, etcétera, (…) no debiera llevar a una tosca programación, hecha en el seno del poema mismo, en que la nobleza o veracidad de la “tesis” excuse de darle un tratamiento más hondo, más iluminador de las verdaderas relaciones, acaso más misteriosas, de la moral y la poesía. Cuando Keats cree leer en la urna griega: “Beauty is truth; truth beauty” nos hace sentir con menos fuerza la verdad y la belleza de este misterio primigenio que cuando hace decir en sus versos a un tordo: “No sé, y sin embargo, la tarde me escucha”.

 

-“Ni los apartado “poetas malditos” del XIX, ni los “comprometidos” moralistas de hoy nos dejan solo sus propias malas o buenas intenciones: la poesía las atraviesa siempre, más allá, o más acá de lo que el poeta piensa o decide: ella intenta y logra (o no) otra aventura, y con sus mismas palabras, cuenta otro cuento: ella tiene su propia manera de servir. La poesía no es el reino del “deber ser” sino del ser, de aquí que toda programación, todo propósito, moral o inmoral, rebaje el arte, le dé una cierta limitación. El moralizador, ese solista, olvida que conmover, como dijera, Martí, es moralizar”

 

Hablar de la poesía. Fragmentos.

Fina Gracía Marruz

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